Caminar por las calles de Argentina es encontrarse con grafitis en cada esquina. Para alguien acostumbrado a la limpieza impecable de Corea, puede ser difícil de imaginar, pero aquí es parte del paisaje urbano.
Lo curioso es que estos grafitis no siempre son simples rayones sin sentido. A veces, alguien deja una declaración de amor con el nombre de la persona que le gusta, como si el muro fuera una carta abierta. Otras veces, aparecen los nombres de políticos, celebridades o incluso de ciudades, como si alguien escribiera “Me encanta Seúl” en una pared solo porque sí.
Pero no todos los grafitis son tan inocentes. Hay rumores de que algunos ladrones marcan las casas con símbolos secretos para indicar cuáles son más fáciles de robar. Hasta ahora, en mi edificio no he visto ninguna de esas marcas, pero si algún día aparecen, le diré al encargado que las borre de inmediato.
Por otro lado, las persianas de negocios abandonados y muros vacíos se han convertido en lienzos para artistas callejeros. Quizás el papel y el cuaderno no fueron suficientes para ellos, así que dejaron su arte en las calles para que todos lo vean.
Cada vez que veo estos grafitis, en lugar de pensar que ensucian la ciudad, siento que reflejan la esencia de Argentina: un país espontáneo, relajado y libre. De hecho, si las calles estuvieran demasiado limpias, tal vez no se sentirían tan auténticamente argentinas. Aquí, el desorden tiene un encanto especial, uno que te hace sentir más cerca de la gente y su forma de vivir. 🌎🎨